José Bergamín

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                                     Texto de José Bergamín

José Suarez

Creo que todos sabemos hoy, y es una verdad perogrullesca, que la fotografía, inmóvil o en movimiento, no es un reflejo, no es un espejismo. O no lo es solamente. Que el fondo de la cámara oscura no es solo un espejo. Porque, como nuestro ojo vivo, según Platón, es también solar. Tras la aparente oscuridad cristalina que lo respalda, transparenta una luminosidad trascendente. Inventa o descubre, más bien crea, por su visualización misma, la invisibilidad que le corresponde, como diría Merleau Ponti en su póstumo ensayo sobre lo visible y lo invisible. La pintura no es ” la naturaleza vista en un espejo», como pensó Leonardo. La fotografía tampoco.

Hoy sabe, el que fotografía, que puede, no únicamente reflejar, espejar una realidad natural imaginativa que tiene ante los ojos, sino metamorfosearla; trasmutándola, vivamente visualizada, en otra. Lo cual no es otra cosa que pensarla: y pensarla poéticamente; esto es, inventándola o descubriéndola, como decimos; o, mejor, creándola.

Entre el ojo mecánico de la cámara oscura y los ojos vivos del que interrumpe la visión luminosa, el espejismo no se rompe, se hace transpa­rente. Ningún ejemplo mejor que el de colocar un espejo ante un lienzo pictórico, siempre que éste sea de pintura verdadera, viva o creadora. (El de las Meninas en el Prado, con su experimento pueril del espejo, es aleccionador). El espejo, no solamente mata la pintura sino que se mata a si mismo, se suicida, al reflejar la imagen viva paralizándola en imagen muerta. Es como una momificación cadavérica. Deja las imágenes sin luz, sin aire, sin movimiento, en una palabra, sin alma: las desalma.

Yo recuerdo mi primera experiencia de la fotografía viva o inventiva, creadora, poética, gracias a las de mi inolvidable amigo José Suares. Imágenes de paisaje y de figuras. Recuerdo y conservo las de mis hijos en su niñez; la de Don Miguel de Unamuno ante el paisaje de Salamanca, ya famosa (que la hizo para el almanaque de «Cruz y Raya»). También la mía, y la de mi perro, en la infinitamente melancólica playa de Carrasco. Por él supe o tuve de la fotografía esa revelación mágica de lo que ya es hoy para todos, como digo, verdad perogrullesca. De la fotografía (como la pintura) como un mundo metamorfoseante de creación viva: de poesía.

           De esta poesía es todo el riquísimo repertorio fotográfico que nos ha dejado José Suares como un fabuloso poema.

José Bergamin

  

 P.S.

         Todo lo que aquí digo en memoria y homenaje a mi amigo Pepe Suarez, podría resumirse en una coplilla apócrifa, que hubiera podido serlo de Antonio o Manuel Machado, y que dice:

Los ojos que te ven bien

son los que te están mirando

creyendo que no te ven.

Porque te están inventando,

 

O porque te están escuchando, tal vez. Como el objetivo fotográfico o cinematográfico. Cuando detrás del espejo de la cámara oscura hay unos ojos vivos que piensan. O que sueñan; trasmutando en sueño el pensa­miento maravillosamente, como nos dijo el Dante.