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(Barco da Armada Chilena)
Texto incompleto. Esta páxina levaba o nº 4
Su cubierta, poblaba de animales domésticos o de ovinos destinados a cualquier estancia remota, cobra a veces un aire bíblico de arca de Noé.
En el tejer y destejer de sus singladuras jamás frunce el ceño. No es un viejo gruñón que tasque protestas ante las órdenes del capitán. Si quisieran ascenderlo a acorazado no aceptaría de seguro tal honor. El está de vuelta de las vanidades mundanas y no le atraen las charreteras. No podría vivir sin su tripulación, hecha a todos los oficios, amen de la marinería; sin los pobladores que aun desde tierra lo siguen recordando con afecto; sin brezar el sueño de su perro mascota; sin adormecerse él mismo con el bramido de los vientos rebolones…
Como si con el Micalvi no rezaran cartas ni valizamientos, se adentra por los vericuetos de los canales, la nariz baja, olfateando vientos que le dan la posición. Nadie como él conoce el laberinto de sus rutas, y al caer la noche acorta el trance y se desvía en busca de una rada natural en que reposar. Los reglamentos son rígidos en esta precaución, y prohíben de un modo términante la navegación nocturna por aquellos parajes. El Micalvi, por viejo y por sabio, se hubie sometido a esta disciplina aun desconociendo la ley, porque conoce el terreno que pisa, y más de un barco joven ha pagado caro su temerario trasnochar por no atender sus consejos.
Un decir de los marineros chilenos reza que, cuando cae la niebla al atardecer, lo que con harta frecuencia ocurre en las rutas del Sur, un ángel cuida de guiarles o de rasgar el velo que Circe les tiende en su camino; pero el Micalvi menos devoto que receloso, sale siempre del trance aguzando el olfato y dejando las consejas para navios menos avisados.
Una vez fondeado entrega su sueño al cuidado de la tripulación, en permanente guardia ante el posible asalto del rebolón, o cuidando el garreo que pueda colocar el barco en difícil posición.
Como homenaje al viejo barco, viejo per venerable, quiero traer a la memoria un día en que la corriente del Estrecho, equivalente a nuestra máxima velocidad, neutralizó totalmente nuestra marcha. Cuatro horas habíamos permanecido sin avanzar una milla hasta que el cambio de marea nos trajo la liberación. Como potro que huele la querencia, corría hacía su amarra en busca de un merecido descanso, devorando las millas de la singladura final. De pronto un viraje en redondo, y a desandar 1o andado: Del Faro San Isidro se había recibido un mensaje de urgencia porque la mujer del torrero sentía dolares de parto inminente, y olvidando su fatiga corría con jadeo humano ansioso de cumplir su sagrada misión.
¡Viejo Micalvi, a tu bordo la disciplina misma se torna juego de camaradas sin dejar de ser estricta por el hecho de su humano contenido! Nadie que haya gozado tu hospitalidad podrá dejar de incorporarte a sus mejores recuerdos.
(Rebelón: Viento típico de los Canales Fueguinos que baja rebotando de ladera en ladera, desde la cima de las montañas, hasta abatirse con fuerza en la cubierta de las embarcaciones.)